LOCALIZACIÓN:
Polaciones, es uno de los valles más alto de Cantabria.
En el territorio en que confluyen las Asturias de Santillana y en el límite en que confluyen Campoo y Liébana, se fueron poblando una serie de lugares, probablemente hacia el siglo IX, los cuales habrían de conformar en Valle de Polaciones. Éste territorio perteneció a Liébana hasta la llegada del régimen constitucional de 1822, cuando las aldeas del valle formaron el Municipio de Polaciones.
A lo largo y ancho de sus 90 km cuadrados, se encuentran trece asentamientos: San Mamés, Pejanda, Belmonte, Callecedo, Cotillos, La Laguna, Lombraña (capital de municipio), Puente Pumar, Salceda, Santa Eulalia, Tresabuela, Uznayo y El Trece.
Las aldeas que lo integran, profundamente rurales y ganaderas, han sabido guardar una identidad propia y un folclore singular.
Es Polaciones el límite Sur de la comarca a través del Nansa, accediendo a él por la tortuosa “Peña Bejo”, que culmina en el embalse de la Cohilla, primer apresamiento del río Nansa, cuya presa y embalse fueron construidos entre 1946 y 1951, supusieron un reto para la ingeniería, dando lugar, finalmente a la presa más alta de España en su época, con 116 metros de altura.
Ubicada en el cañón de Bejo, un lugar de paso angosto entre Tudanca y Polaciones, la coronación de la presa es un excelente mirador donde podemos contemplar la impresionante garganta de Bejo.
ENTORNO:
Regada por las aguas del Nansa, la comarca conserva una naturaleza espectacular protegida por las Sierras de Peña Labra, Peña Sagra y el Cordel, cuyas cumbres superan los 2000m.
La belleza de este municipio reside principalmente en la riqueza paisajística y cultural.
Polaciones sobresale por sus enormes extensiones de robledal y hayedo y los más importantes abedulares de la región. Estos bosques son refugio de una rica fauna, entre la que destaca la presencia de Oso Pardo o el águila real, y de especies como el lobo, el buitre leonado, así como bellos ejemplares de venados, corzos, jabalís, rebecos…
El municipio de Polaciones conserva uno de los más importantes testimonios de la cultura megalítica en Cantabria. Se localiza en el Collado de Sejos, en Uznayo.
Estos restos datan de la Edad de Bronce, y en su día formaban un crómlech (círculo de piedra), que es una de las representaciones de los cultos, mitologías y creencias que tenían los hombres de la época. Estas grandes losas, nos dan testimonio, de que ya en aquella época, los hombres poblaban nuestras montañas.
Se trata de varios menhires de la edad de bronce, que en su día formaban un crómlech, un círculo de piedra que data del 2500 a.C. Dos de estas grandes losas o estelas rectangulares llevan representación antropomorfa, una de ellas acompañada de un puñal de tipo campaniforme.
Hasta las altas montañas de Polaciones llegaron los hombres de la Edad de Bronce con sus rebaños, y fue allí donde nos dejaron este testimonio de sus cultos, mitologías y religiones.
Es destacable el patrimonio arquitectónico del valle, tanto a nivel religioso como civil.
En Polaciones, hay diversos templos religiosos de gran interés, uno de los más antiguos es San Sebastián de Lombraña, que conserva vestigios de época románica. Así como la iglesia de San Ignacio de Loyola, en el pueblo de Tresabuela, declarado conjunto histórico.
En cuanto al patrimonio civil, los distintos núcleos del municipio atesoran algunos ejemplos de gran calidad de la arquitectura civil señorial de la Edad Moderna, datando las más notables en el siglo XVIII, todas ellas demostraciones de un gran trabajo de cantería de gran calidad. Sobresale la casa del Conde Rábago de Lombraña, (conocida como la casona de Lombraña), mandada constriur por Domingo de Rábago y Gutiérrez, emigrado a México; fue incluida en el Inventario General del Patrimonio Cultural de Cantabria.
Polaciones es cuna de gente ilustre, como el Padre Rábago, (Francisco Rábago y Noriega), nacido en Tresabuela en el año 1685. Perteneció a la Compañía de Jesús. En 1747 sufrago la construcción en su localidad natal de la actual igulesia de San Ignacion de Loyola. Fue nombrado confesor real de Fernando VI en el año 1747, creador del obispado de Santander y propulsor de la concesión a esta villa del título de ciudad, con lo que eso supuso para su posterior desarrollo, durante los siglos XVIII y XIX.